Venezuela: un país en transformación
João Pedro Stedile
Queridos amigos y amigas,
Estoy escribiéndoles desde los llanos bolivarianos del
estado de Barinas, en el centro de Venezuela. Estoy aquí
haciendo un "recorrido", como ellos dicen, para conocer el
proceso de reforma agraria en Venezuela. Estoy
impresionado. Muy impresionado. Finalmente, como dice un
proverbio oriental, "Los ojos divisan mil veces más que los
oídos". Venezuela tuvo un pasado glorioso en el siglo XIX
con las heroicas luchas por la independencia lideradas por
Simón Bolívar y Ezequiel Zamora y que tuvieron como
auxiliar un bravo combatiente brasileño que llegó al
"rango" de general: el general Abreu de Lima, de Pernambuco,
que produce mucho orgullo en Venezuela, aunque nosotros los
brasileños lamentablemente todavía no conozcamos su
historia.
Sin embargo, el siglo XX reservó a Venezuela una verdadera
tragedia económica y social. Su territorio está recostado
sobre una inmensa sábana de petróleo. Y la civilización
estadounidense, construida sobre la base de la energía del
petróleo, prácticamente transformó el país en su colonia
para garantizar el abastecimiento de su principal fuente de
energía. Hubo una "santa alianza" entre una minoría de la
oligarquía local, que se apoderó del Estado y de los
recursos del petróleo y se enriqueció, mientras, del otro
lado, la fuerza política-económica-ideológica y militar del
imperio del norte la mantenía intacta. Hoy Venezuela es
responsable por el abastecimiento del 25% de todo el
petróleo consumido en Estados Unidos.
Resultado: un 80% de la población inmersa en la pobreza
absoluta, mientras un 2% vivía ostentosamente. Sólo un 8%
de la población sobrevivió en el medio rural, pues la
agricultura fue completamente marginada. Y el país pasó a
comprar un 88% de todos los alimentos en el exterior.
Ese fue el contexto histórico en que finalmente, a partir
de 1998, con la victoria electoral de un joven e impetuoso
coronel, expulsado de las fuerzas armadas, se inició el
cambio. Y así, los venezolanos ingresaron en el siglo XXI
con una nueva perspectiva: Venezuela dejó de ser colonia
estadounidense y pasó a ser la República Bolivariana del
Pueblo de Venezuela.
Al comienzo parecía tratarse de uno más de esos "milicos"
populistas tramposos, que muchas veces llegaron al poder en
nuestro continente. La oligarquía local perdió las
elecciones pero intentó mantener el mismo equipo económico
del gobierno perdedor. (¿Ya vieron esa película en otros
países?). Sin embargo, esa tentativa de cooptación duró
solo seis meses. El joven coronel Chávez parece que no
estaba jugando: trató inmediatamente de cambiar las
instituciones. Convocó a una constituyente que modificó
todas las leyes del país y abrió espacio a la participación
popular. El pueblo creyó y pasó a movilizarse y a
participar en ese gobierno que, poco a poco, se fue
transformando en un gobierno popular y revolucionario. Y
fue incorporando también, cada vez más, los sentimientos
anti imperialistas e independentistas de Simón Bolívar.
Yo había pasado por aquí en 2001, invitado a un seminario
sobre los desafíos de la humanidad pero no percibí grandes
cambios. Al regreso, no pude contar mucho a mis compañeros
y compañeras de la Vía Campesina de Brasil. Ahora, percibo
que el proceso está en gestación. De vuelta a Venezuela
veo enormes cambios. En el gobierno, en el pueblo, en el
proceso, en el modo de hacerse los cambios. Sólo las
élites, las oligarquías, no han cambiado, aferradas como
garrapatas parásitas a sus privilegios, intentando impedir
los cambios de cualquier manera.
El Presidente Chávez pasó por seis plebiscitos, un
referendo y dos elecciones. Ganó todos. Y aún así, lo
llaman dictador o déspota. Y algunas comparsas de la
burguesía brasileña repiten el mismo discurso.
¿Pero qué mismo ha cambiado?
Cambió el sentido de la política para el pueblo. El pueblo
está conscientizándose y participando activamente en todas
las decisiones del Estado y del gobierno. Y ese es el
camino principal: hacer que las masas participen de la vida
del país.
Cambió el sentido de la economía. Aún más aquí, que tiene
una dependencia del 80% del petróleo. Pues bien, los miles
de millones de dólares del petróleo que antes eran usados
por sólo un 8% de la población para hartarse en el lujo y
las extravagancias, ahora financian la universalización de
los servicios públicos de salud y educación a toda la
población. Ahora, sirven para la distribución de la renta,
garantizando alimentos a precios de costo, educación
gratuita, construcción de viviendas populares, distribución
de la tierra.
Cambió también en su política externa, ahora ejercida con
altivez y un claro sentido de independencia con relación al
imperialismo.
Con todo esto, hasta el papel de las fuerzas armadas cambió.
Me quedé impresionado con el grado de politización de
jóvenes tenientes, mayores y capitanes, que ya no viven en
los cuarteles sino que asumen activamente la administración
de proyectos sociales, como la construcción de carreteras,
puentes, la administración de mercados populares... Dieron
sentido a su uniforme.
Vi ahora a soldados armados, pero amados por el pueblo
(como cantó Geraldo Vandré) ayudando en la ocupación de la
hacienda Malquinesa, recientemente expropiada con sus 8.600
hectáreas totalmente improductivas, pese a que hace parte
de los mejores suelos del país, en la planicie de Barinas.
Vi a jóvenes pobres, entusiasmados, pues ahora pueden
estudiar no sólo la primaria y la secundaria, sino que se
inscriben en cualquier curso universitario. Vi al
Presidente anunciar la apertura de 20 mil cupos para
estudiantes de medicina al iniciarse este año lectivo. Vi
al Presidente participar en un programa de televisión,
durante siete horas, en el que se discuten todos los
problemas del país, con una transparencia impresionante.
Vi un generoso proceso de reforma agraria, que expropia
todas las tierras que están ilegalmente en manos de grandes
hacendados que no pueden comprobar su origen. Aún así,
respeta todas las propiedades que sean productivas. Pero
establece la expropiación de todos los latifundios,
independientemente de su tamaño. La constitución dice
claramente que la sociedad venezolana apunta a eliminar el
latifundio. Vi a la oligarquía gruñir como perro rabioso,
cuestionando esa ley, aprobada por más del 80% de los
diputados, refrendada por la amplia mayoría de la población,
como una afrenta al derecho de propiedad.
Vi por las calles y bibliotecas populares al Estado
distribuir más de un millón de ejemplares de varios títulos
de la literatura universal, como "Los Miserables" de Víctor
Hugo, Don Quijote...
Vi un pueblo muy movilizado y consciente en defensa de sus
intereses y luchando por verdaderas transformaciones
económicas y sociales.
Vi al Presidente de la República denunciar en una red de
televisión que había una empresa petrolera de propiedad del
Estado venezolano operando 15 mil gasolineras y tres
refinerías dentro de Estados Unidos durante 35 años; y que
en esos 35 años, antes del Gobierno Bolivariano, ni un
centavo había sido remitido a Venezuela. Y que finalmente
ahora, después de varias intervenciones, por primera vez,
en sólo ocho meses, la nueva dirección remitió al país 500
millones de dólares de ganancia líquida. ¡Imaginen lo que
robaron en 35 años! Y el presidente anunciaba que ese
dinero no previsto en el presupuesto sería utilizado para
inversiones sociales en las capas más pobres de la
población.
Es cierto, sin embargo, que ellos enfrentan enormes
desafíos. Muchos obstáculos, como aquel de liberarse de la
dependencia de la compra de alimentos. Como el desafío de
remontar una estructura productiva en el país que use los
recursos del petróleo para otras inversiones productivas,
generando trabajo para todos. Dicen ellos que el mayor
desafío es construir un nuevo modelo económico, que rompa
con la dependencia del petróleo y del imperio financiero.
Y que se encamine hacia el socialismo. Llaman a eso
proceso de construcción de un modelo de desarrollo endógeno,
local, venezolano.
Vi muchos cambios que están mejorando la vida del pueblo
pobre de Venezuela. Vi a hombres y mujeres caminar con
orgullo y dignidad, con la cabeza erguida.
Vi que América Latina tiene salida. Basta que tengamos un
pueblo consciente, organizado y movilizado. Y un gobierno
comprometido con su pueblo y no con el capital.
¡Chiquillos/as, juro que vi todo eso!
- João Pedro Stedile es dirigente de la Vía Campesina
Brasil. El texto original se publicará en la Revista Caros
Amigos, octubre 2005, São Paulo. (Traducción de ALAI)
João Pedro Stedile
Queridos amigos y amigas,
Estoy escribiéndoles desde los llanos bolivarianos del
estado de Barinas, en el centro de Venezuela. Estoy aquí
haciendo un "recorrido", como ellos dicen, para conocer el
proceso de reforma agraria en Venezuela. Estoy
impresionado. Muy impresionado. Finalmente, como dice un
proverbio oriental, "Los ojos divisan mil veces más que los
oídos". Venezuela tuvo un pasado glorioso en el siglo XIX
con las heroicas luchas por la independencia lideradas por
Simón Bolívar y Ezequiel Zamora y que tuvieron como
auxiliar un bravo combatiente brasileño que llegó al
"rango" de general: el general Abreu de Lima, de Pernambuco,
que produce mucho orgullo en Venezuela, aunque nosotros los
brasileños lamentablemente todavía no conozcamos su
historia.
Sin embargo, el siglo XX reservó a Venezuela una verdadera
tragedia económica y social. Su territorio está recostado
sobre una inmensa sábana de petróleo. Y la civilización
estadounidense, construida sobre la base de la energía del
petróleo, prácticamente transformó el país en su colonia
para garantizar el abastecimiento de su principal fuente de
energía. Hubo una "santa alianza" entre una minoría de la
oligarquía local, que se apoderó del Estado y de los
recursos del petróleo y se enriqueció, mientras, del otro
lado, la fuerza política-económica-ideológica y militar del
imperio del norte la mantenía intacta. Hoy Venezuela es
responsable por el abastecimiento del 25% de todo el
petróleo consumido en Estados Unidos.
Resultado: un 80% de la población inmersa en la pobreza
absoluta, mientras un 2% vivía ostentosamente. Sólo un 8%
de la población sobrevivió en el medio rural, pues la
agricultura fue completamente marginada. Y el país pasó a
comprar un 88% de todos los alimentos en el exterior.
Ese fue el contexto histórico en que finalmente, a partir
de 1998, con la victoria electoral de un joven e impetuoso
coronel, expulsado de las fuerzas armadas, se inició el
cambio. Y así, los venezolanos ingresaron en el siglo XXI
con una nueva perspectiva: Venezuela dejó de ser colonia
estadounidense y pasó a ser la República Bolivariana del
Pueblo de Venezuela.
Al comienzo parecía tratarse de uno más de esos "milicos"
populistas tramposos, que muchas veces llegaron al poder en
nuestro continente. La oligarquía local perdió las
elecciones pero intentó mantener el mismo equipo económico
del gobierno perdedor. (¿Ya vieron esa película en otros
países?). Sin embargo, esa tentativa de cooptación duró
solo seis meses. El joven coronel Chávez parece que no
estaba jugando: trató inmediatamente de cambiar las
instituciones. Convocó a una constituyente que modificó
todas las leyes del país y abrió espacio a la participación
popular. El pueblo creyó y pasó a movilizarse y a
participar en ese gobierno que, poco a poco, se fue
transformando en un gobierno popular y revolucionario. Y
fue incorporando también, cada vez más, los sentimientos
anti imperialistas e independentistas de Simón Bolívar.
Yo había pasado por aquí en 2001, invitado a un seminario
sobre los desafíos de la humanidad pero no percibí grandes
cambios. Al regreso, no pude contar mucho a mis compañeros
y compañeras de la Vía Campesina de Brasil. Ahora, percibo
que el proceso está en gestación. De vuelta a Venezuela
veo enormes cambios. En el gobierno, en el pueblo, en el
proceso, en el modo de hacerse los cambios. Sólo las
élites, las oligarquías, no han cambiado, aferradas como
garrapatas parásitas a sus privilegios, intentando impedir
los cambios de cualquier manera.
El Presidente Chávez pasó por seis plebiscitos, un
referendo y dos elecciones. Ganó todos. Y aún así, lo
llaman dictador o déspota. Y algunas comparsas de la
burguesía brasileña repiten el mismo discurso.
¿Pero qué mismo ha cambiado?
Cambió el sentido de la política para el pueblo. El pueblo
está conscientizándose y participando activamente en todas
las decisiones del Estado y del gobierno. Y ese es el
camino principal: hacer que las masas participen de la vida
del país.
Cambió el sentido de la economía. Aún más aquí, que tiene
una dependencia del 80% del petróleo. Pues bien, los miles
de millones de dólares del petróleo que antes eran usados
por sólo un 8% de la población para hartarse en el lujo y
las extravagancias, ahora financian la universalización de
los servicios públicos de salud y educación a toda la
población. Ahora, sirven para la distribución de la renta,
garantizando alimentos a precios de costo, educación
gratuita, construcción de viviendas populares, distribución
de la tierra.
Cambió también en su política externa, ahora ejercida con
altivez y un claro sentido de independencia con relación al
imperialismo.
Con todo esto, hasta el papel de las fuerzas armadas cambió.
Me quedé impresionado con el grado de politización de
jóvenes tenientes, mayores y capitanes, que ya no viven en
los cuarteles sino que asumen activamente la administración
de proyectos sociales, como la construcción de carreteras,
puentes, la administración de mercados populares... Dieron
sentido a su uniforme.
Vi ahora a soldados armados, pero amados por el pueblo
(como cantó Geraldo Vandré) ayudando en la ocupación de la
hacienda Malquinesa, recientemente expropiada con sus 8.600
hectáreas totalmente improductivas, pese a que hace parte
de los mejores suelos del país, en la planicie de Barinas.
Vi a jóvenes pobres, entusiasmados, pues ahora pueden
estudiar no sólo la primaria y la secundaria, sino que se
inscriben en cualquier curso universitario. Vi al
Presidente anunciar la apertura de 20 mil cupos para
estudiantes de medicina al iniciarse este año lectivo. Vi
al Presidente participar en un programa de televisión,
durante siete horas, en el que se discuten todos los
problemas del país, con una transparencia impresionante.
Vi un generoso proceso de reforma agraria, que expropia
todas las tierras que están ilegalmente en manos de grandes
hacendados que no pueden comprobar su origen. Aún así,
respeta todas las propiedades que sean productivas. Pero
establece la expropiación de todos los latifundios,
independientemente de su tamaño. La constitución dice
claramente que la sociedad venezolana apunta a eliminar el
latifundio. Vi a la oligarquía gruñir como perro rabioso,
cuestionando esa ley, aprobada por más del 80% de los
diputados, refrendada por la amplia mayoría de la población,
como una afrenta al derecho de propiedad.
Vi por las calles y bibliotecas populares al Estado
distribuir más de un millón de ejemplares de varios títulos
de la literatura universal, como "Los Miserables" de Víctor
Hugo, Don Quijote...
Vi un pueblo muy movilizado y consciente en defensa de sus
intereses y luchando por verdaderas transformaciones
económicas y sociales.
Vi al Presidente de la República denunciar en una red de
televisión que había una empresa petrolera de propiedad del
Estado venezolano operando 15 mil gasolineras y tres
refinerías dentro de Estados Unidos durante 35 años; y que
en esos 35 años, antes del Gobierno Bolivariano, ni un
centavo había sido remitido a Venezuela. Y que finalmente
ahora, después de varias intervenciones, por primera vez,
en sólo ocho meses, la nueva dirección remitió al país 500
millones de dólares de ganancia líquida. ¡Imaginen lo que
robaron en 35 años! Y el presidente anunciaba que ese
dinero no previsto en el presupuesto sería utilizado para
inversiones sociales en las capas más pobres de la
población.
Es cierto, sin embargo, que ellos enfrentan enormes
desafíos. Muchos obstáculos, como aquel de liberarse de la
dependencia de la compra de alimentos. Como el desafío de
remontar una estructura productiva en el país que use los
recursos del petróleo para otras inversiones productivas,
generando trabajo para todos. Dicen ellos que el mayor
desafío es construir un nuevo modelo económico, que rompa
con la dependencia del petróleo y del imperio financiero.
Y que se encamine hacia el socialismo. Llaman a eso
proceso de construcción de un modelo de desarrollo endógeno,
local, venezolano.
Vi muchos cambios que están mejorando la vida del pueblo
pobre de Venezuela. Vi a hombres y mujeres caminar con
orgullo y dignidad, con la cabeza erguida.
Vi que América Latina tiene salida. Basta que tengamos un
pueblo consciente, organizado y movilizado. Y un gobierno
comprometido con su pueblo y no con el capital.
¡Chiquillos/as, juro que vi todo eso!
- João Pedro Stedile es dirigente de la Vía Campesina
Brasil. El texto original se publicará en la Revista Caros
Amigos, octubre 2005, São Paulo. (Traducción de ALAI)
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