Monseñor Javier Echevarríadomingo 5 febrero 2006.
Con ocasión de la primera Encíclica del Papa Benedicto XVI, el prelado del OpusDei escribe el siguiente artículo para la prensa internacional."Deus caritas est", dice el texto latino de San Juan que el Papa ha queridoescoger como título de su primera encíclica. "Dios es amor", se lee en casitodas las traducciones de esa frase.
¿La caridad y el amor se identifican? Enparte sí y en parte no. El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda que la caridad es la virtud con laque amamos a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos,por amor a Dios. Más adelante, afirma que "la caridad asegura y purificanuestra capacidad humana de amar". Porque el hombre necesita amar y ser amado.
El amor fiel, correspondido,delicado, es el anhelo más profundo del corazón. La entera existencia consisteen una búsqueda del amor verdadero, una lucha para superar los obstáculos quese alzan ante nosotros, y dentro de cada uno de nosotros. Jesucristo es la plenitud de la Revelación: en Él conocemos a Dios; en Élconocemos plenamente al hombre, como enseña el Concilio Vaticano II y como JuanPablo II repetía con frecuencia. En Cristo descubrimos nuestra vocación y nuestra grandeza. Y parte esencial deese descubrimiento es la caridad, el amor que Jesucristo ennoblece y purifica.Porque Cristo nos ha traído, con su Amor, el "gaudium", la alegría y la paz. Con la palabra "amor" se ha producido una especie de inflación: la usamos quizádemasiado, a veces para referirnos a sentimientos efímeros, o incluso, comohace notar el Papa, a manifestaciones de egoísmo.
Sin embargo, con el término "caridad" ha sucedido quizá lo contrario, unaespecie de restricción semántica: lo empleamos tal vez demasiado poco, sólopara referirnos a ciertas actividades, ejercitadas por algunos, en casosespeciales. Pero la caridad no se expresa de forma excepcional, sino que forma parte de laidentidad cristiana: "en esto conocerán todos que sois mis discípulos: si ostenéis amor unos a otros", dijo el Señor. Los paganos reconocían a loscristianos por ese rasgo: "mirad cómo se aman", exclamaban.
El amor cristiano constituye una disposición moral que se proyecta en unaenorme variedad de acciones. Caridad significa servir, comprender, consolar,escuchar, sonreír, acompañar, corregir, animar, pedir perdón y perdonar, dar yrecibir. La caridad se expande como en círculos concéntricos: desde las relacionespersonales, a la sociedad entera. En el origen de la familia se encuentra el amor de los esposos, que crea elambiente donde nace la vida; el hogar que acoge con afecto al nuevo ser; elclima propicio para madurar como personas. El mundo del trabajo se ve enriquecido por la caridad. Ejercitar la propiaprofesión de acuerdo con el precepto evangélico significa realizarla por amor,con deseo de servir, poniendo el corazón, pensando en los demás. Santificar eltrabajo equivale a convertirlo en expresión de amor a Dios y ocasión de entregaa los demás, impregnarlo de justicia y de caridad.
La geografía de la Iglesia está embellecida por esos focos de luz: lugaresdonde los cristianos procuran trabajar y servir en silencio por amor. Bastapensar en África, el continente más necesitado de la cooperación de todos.Allí, la Iglesia manifiesta su amor, también "como acto eclesial", con palabrasde Benedicto XVI, como parte esencial de su misión.
La caridad empuja a lamagnanimidad, a no permanecer indiferentes ante las necesidades de los demás. El Santo Padre resume así este proceso de expansión de la caridad: "El amor es‘divino’ porque proviene de Dios y a Dios nos une y, mediante este procesounificador, nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nosconvierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea todo en todos" (n. 18).Aquí se encuentra la explicación de la perenne juventud de la Iglesia.
En la caridad radica también la clave de la "nueva evangelización". Ensustancia, la tarea de difundir el Evangelio consiste en lograr que muchaspersonas experimenten la caridad cristiana, que sus inteligencias se abran a laluz de la fe gracias al lenguaje del amor, ese idioma universal que todosestamos en condiciones de entender. La fe, en efecto, como escribe San Pablo,obra mediante la caridad. San Josemaría Escrivá afirmaba sin rodeos: "El principal apostolado que loscristianos hemos de realizar en el mundo, el mejor testimonio de fe, escontribuir a que dentro de la Iglesia se respire el clima de la auténticacaridad" Cristo, en la Última Cena, calificó como "nuevo" el precepto de la caridad: "unmandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros, como yo os he amado". Eranuevo entonces y sigue siéndolo ahora, para todos, dos mil años después. Siabordamos la lectura y la meditación de la encíclica con la sana curiosidad dequien sabe que está por descubrir algo nuevo, con la inteligencia y el corazónabiertos, encontraremos la permanente novedad de esa maravillosa revelación:Dios es amor, que se irradia a todos y a cada uno de los hombres. Y se cumplirá el deseo de Benedicto XVI: que esta encíclica "ilumine y ayudenuestra vida cristiana".
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